Tuesday, January 27, 2009

En la profundidad del mar

De un tiempo a esta parte algo dentro de mí no está funcionando muy bien, física y espiritualmente. Físicamente no es normal que lleve ya casi tres años durmiendo mal, en que poder conciliar el sueño noche tras noche se ha vuelto una verdadera osadía. Espiritualmente tampoco ha pasado mucho en mi vida, el trabajo y los estudios han acabado por convertirse en la peor de las rutinas, por suerte eso sí, no al extremo de querer mandar todo a la mierda y como ya es común en mí, de dejar mis proyectos a medias.
Me aterra la idea de pensar me he convertido en una especie de robot; en otro computador más como el que utilizo día tras día para realizar mi función laboral, de hecho hasta me cuesta escribir este post, he de escarbar profundamente dentro de mi para lograr aproximarme a lo que deseo expresar. Y no sé si hasta ahora, en estos dos párrafos que llevo, he logrado acercarme en algo.
Claramente estoy, al igual que el mundo, atravesando por una crisis; otra más en mis cortos 28 años. ¿Será que a los 35 acabaré con un tiro en la cabeza?, de verdad espero que no, y conste dejo escrito, y casi firmado que no lo deseo, como asegurándome de aquello plasmo en papel no se haga realidad, al menos no el coartar mi propia vida, la que, a pesar de todo, deseo vivir.
Ésta mi crisis de 2009 es una taza de leche comparada a mi crisis del año 2003-2005, en que hasta el día de hoy culpo como único responsable, a un solo especulador, olvidando por completo las relaciones sentimentales siempre son de dos. Por ello en esta oportunidad pido perdón, aunque nunca llegues a darte por enterado.
Ésta mi crisis de 2009 ya no es la autoflagelación de pasearme por un parque en busca de sexo para después sentirme culpable. Claramente, y gracias a Dios, -porque creo en Dios- mis crisis han evolucionado, y a lo largo de mis años he descubierto hasta el mal evoluciona; si no la putrefacción de una carne no acabaría por convertirse en abono para la propia tierra. Ha sido también parte de esta evolución el yoga que practiqué durante un tiempo, y que me ha hecho enfrentar esta nueva crisis con un mejor pie.
No los conozco yo a ustedes y ustedes a mí tampoco, pero siempre he sentido la necesidad de ser honestos con vosotros. No aborrezco ni condeno la mentira porque yo también he mentido, pero créanme, poco y nada hay de ella en los muchos post que aquí he subido. Por ello la urgente necesidad de subir a este espacio tan maravilloso “los que nos pasa hoy”, como diría una publicidad por ahí, y no rellenos, como un poco siento mi post anterior, que si bien también es honesto, debí de subir en su momento. Espero lograr explicarme y que hayan comprendido, más que entenderme e identificarse conmigo, después de todo esto de darse a entender es para lo que estoy estudiando, seré una especie de traductor que explicará a la población el por qué de los muchos fenómenos sociales, descifrar el complejo lenguaje de los científicos será mi tarea, para luego llevar la noticia hasta vuestros hogares.
Escarbé y he aquí el resultado, gracias Dios por este don, por lo demás terapéutico. La foto que ilustra este post es del álbum Un mar de confianza (1999), de la española Luz Casal, disco que por estos días se ha convertido en mi banda sonora, en especial por la canción, Un muro invisible.
No puedo terminar este post sin antes desear llegue a mí, el amor, ese que tanto escaseó durante 2008. Escribo estas líneas anhelando, sin miedo alguno, “embriagarme de amor”, que este sea tan poderoso, que incluso duela.

Saturday, January 03, 2009

Una pena común a todas

Nada envuelve la pena, nada tapa la pena. Por más que te llenes de actividades, por más que alargues tu día hasta altas horas de la noche; por más que comas, por más que te masturbes dos veces en el día.

Nada envuelve la pena, nada tapa la pena. Por más que te embarques en viajes extenuantes de 27 horas por tierra, y más aún si es al norte de Chile, en donde el desierto avanza y la faz de la tierra se hace interminable. Aún así creo que lo prefiero, lo anhelo; no reniego de ti norte querido, tampoco de usted Señor conductor que me ha hecho llegar a mi destino sano y salvo, conciente quizás es más dolorosa la vida que la propia muerte. Y tampoco es que reniegue de la vida, me gusta, me fascina, a pesar de la pena, a pesar del vacío.

Itinerar es lo quiero, desgastarme en esos largos viajes en que poco y nada duermo, en que poco y nada descanso. Volver a reencontrarme con ese otro Señor que en los años de niñez fue mi acompañante de viajes, solo por obra del destino, que en un trayecto en tren de no más de cuatro horas, pone a un desconocido a tu lado que no volverás a ver jamás, pero que sin embargo hasta el día de hoy sigues recordando.

Y lo recuerdo porque me fascinó, porque con su voz grave y adulta algo tocó en mí, y yo le mostré mi llanto de niño, llanto de la pena que me produjo despedirme de mis abuelos. Siempre la pena.

Y quizás lo recuerdo por su profesión, porque me dijo, iba y venía, de norte a sur, de sur a norte. Será que el ir y venir es la profesión de la pena. Donde quiera que esté Señor, recuérdeme, no se olvide de mí. Hasta a una regresión soy capaz de someterme para saber que fue de usted, y por qué nuestras vidas se cruzaron, por mínima que los trazos de ésta hayan sido. Es extraño ni siquiera en mis sueños se halla aparecido.

En fin, a veces creemos nos deshacemos de la pena. Sin embargo al final del día siempre llega la desesperación, la angustia, la opresión en el pecho, peor aún si es fin de semana o día de descanso, en que sabes al otro día deberás de volver a reinsertarte. Cuestan tanto las reinserciones, y un lunes a las once de la mañana es ya una máquina que no se detiene.
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*Reflexiones de 2008; tan inherentes a cualquier año.