Monday, August 09, 2010

Guardar como

La misma hoja en blanco. El mismo guardar como. La misma tipografía (Arial), el mismo cuerpo (12), el mismo interlineado de 1,5; el mismo justificado, la misma configuración de página con sus respectivos márgenes: superior 2,5; inferior 2,5; izquierdo 2,5; derecho 2,5… Todavía escribo como si escribiese un trabajo para la universidad. Aún (a dos semanas de haber terminado el semestre), sigo sometiéndome al método. ¿Será que no me desprenderé de él hasta final de año?, cuando tenga la certeza de que por fin en tres o cuatro meses ¿no necesitaré más de él?...

Y es que ahora que lo pienso, no soy yo el que no ha querido desprenderse del método; sino que es él el que no ha querido abandonarme. Me dice que aún no estoy preparado para lanzarme a escribir con el estilo libre con cual hasta hace poco, estaba acostumbrado a escribir. Y es que no quiere dejarme solo, porque teme que me salga de los márgenes; y yo le digo que tanto los márgenes como las leyes y los límites, son para romperlos, él me dice que sí, que está de acuerdo, pero que por mi historial del verano pasado —y por posibles daños a terceros, consecuencia de mi famoso estilo libre—, es recomendable que no. «Me tratas como a un esquizofrénico —le digo— y se va, y me deja hablando solo».

Pero sigue aquí, acechándome, cuidando y decantando cada palabra que mi cerebro imprima. De nuevo lo encaro y le digo que es injusto, que así no se vale, que estando él aquí es imposible mi febril cerebro se vacíe de ideas. ¡Y no es que me inhibas!, le dice mi Cerebro, subiéndole el tono de voz al Método, pero ya son ocho meses sin escribir —continúa—, ahora algo irritado mi cerebro —ocho meses sin escribir con estilo libre—, querrás decir, porque la lista es extensa, e incluye desde ensayos, pasando por reportajes y notas periodísticas; hasta las muchas pruebas y mail que ayudaste a redactar durante el semestre, le dice también irritado, el Método a mi cerebro.

Mi lista también es extensa e incluso supera en calidad a la tuya, e incluye el término de la relación amorosa de la cual al parecer, tienes más miedo de recordar tú que él —Método se ve sorprendido, abre los ojos en señal de sorpresa y toma aire para alistarse a contrarrestar, pero Cerebro lo frena en seco y le dice: ¡espera, todavía no he terminado!—, también están en lista de espera el terremoto, el semestre que pasó, la terapia con el psicólogo, sus nuevas amistades y por supuesto esta —su nueva etapa—.
Hay que reconocerlo, Método se ve bastante desconcertado e incluso derrotado.
—Tienes razón Cerebro—, le dice, pero tienes que aceptar que aún no está preparado para hablar de tema… —¡¿Qué sabes tú, hermano de la razón, de lo que es no estar preparado para hablar de un tema?! Tú que vas siempre de frente sin desviar nunca la mirada; tú que le haces el quite a cualquier situación que huela a emoción… ¡Créeme que te admiro y respeto muchísimo Método!; sobre todo cuando hay que tener sangre fría para tomar una decisión que un cerebro como yo —lo digo por experiencia propia— siempre terminará cediendo a la emoción, pero hoy, a dos semanas de haber terminado las clases, y —a sólo un día de comenzar el segundo semestre—, te digo que estás fuera de contexto y en un terreno que no es precisamente el tuyo —el de la metodología—; así es que compañero, muchas gracias por todo, pero vuelve a aparecerte exclusivamente para trabajos universitarios y especialmente para la tesis, megaproyecto para el cual te necesitaré a tiempo completo y en tu máximo rendimiento, tú tranquilo que será un trabajo por el cual serás muy bien reembolsado.

Lo sabía, siempre terminará imponiéndose la emoción.