Wednesday, January 13, 2010

Contigo nunca es suficiente

Si estuvieras aquí yo seguiría igual; todavía, —faltando poco para la una de la tarde— en pijama, y las camas sin hacer. Por supuesto, si estuvieras aquí, todo sería distinto. Y es que para empezar, nuestro día comenzaría a eso de las siete de la mañana, cambiándose uno de los dos a la cama del otro; ¡créeme!, habría sido muy divertido encontrarse, —aún dormidos—, en el umbral de una de las dos habitaciones; en que sin decir palabra alguna, y acatando la decisión del que eligiera, nos empujaríamos a una de las dos habitaciones.
Ya de vuelta en la cama nos volveríamos a entregar al sueño; siempre abrazados, y si no, nuestros cuerpos en permanente contacto el uno con el otro. Transcurridas las horas (que a pesar del poco tiempo del que disponíamos, siempre se hicieron maravillosamente eternas), venía mi lucha incansable por sacarte de la cama; cuya única oferta capaz de lograrlo, era la de bañarnos juntos. Un ritual que tratamos de mantener hasta el último día que estuvimos juntos.
Luego un desayuno apurado para volver a separarnos, físicamente, porque hasta hoy, a dos días de tu lejano regreso a casa, sigues y seguirás estando presente en mi pensamiento. Y lo estás en cada rincón de esta enorme ciudad, porque si bien no tuvimos tiempo para recorrerla por completo, cada esquina, cada estación de metro, me recuerda a ti. Y cuanta razón tenías en decir que tengo buenos reflejos, cuando en nuestro inolvidable viaje a la playa respondí, en un excitante juego de paletas, (porque la pareja de españoles jugaba muy bien, hay que reconocerlo, pero no con el entusiasmo que dos latinos como tú y yo le ponían al juego), una jugada que creíste ganada; si no, el día de tu llegada a Santiago no te habría encontrado, con la rapidez de mi mirada, en un tren subterráneo en movimiento y repleto de almas. Infinitud de almas en donde sólo me importaba encontrar una, la tuya, la que por supuesto encontré.
Y si bien nuestro reencuentro estuvo algo limitado, siempre hubo tiempo y espacio para nosotros dos, si no, no habría descubierto que las circunstancias también tienen sentimientos, porque quién si no ellas mismas hicieron posible nuestro viaje a la playa, ése que antes de llegar a concretarse nos puso en riesgo y a prueba; además de hacernos decir más de alguna palabra indeseada. Quién si no ellas mismas nos regaló una noche para nosotros solos.
Y nuestra corta, pero intensa relación anota ya una película: “Vicky, Cristina, Barcelona”, (en esa película soy el personaje interpretado por Penélope Cruz, María Elena. Creo que has contado ya demasiado de la película). Una banda sonora: El baile y el salón, Café Tacuba; Strawberry Fields Forever, Los Fabulosos Cadillacs y Deborah Harry; Paparazzi y Bad Romance, Lady Gaga; Sin ti no soy nada, Amaral; Heads Will Roll, Yeah Yeah Yeahs; Día de enero, Las de la Intuición y Lo hecho está hecho, (contigo nunca es suficiente) Shakira, y finalmente, Run, run se fue pal norte, Violeta Parra. Una estación de metro: Príncipe de Gales (no pierdo las esperanzas de una de estas noches encontrarte ahí). Un viaje a la playa: Horcón. Un almuerzo el 1 de enero, a eso de las cuatro de la tarde en el mercado Central de Santiago, (con tenedor y cuchara para comer pescado). Un parque: La continuación del Parque Forestal por Providencia, (no recuerdo que nombre tiene de Plaza Italia para arriba). Un helado: Bravissimo. Una pizza, un par de discusiones, de enojos, de malas caras, pero por sobre todo, de mucha honestidad.
Y podría seguir enumerando la larga lista de detalles, de innumerables detalles, tantos como los millones de milésimas de segundos que pasamos juntos, pero nunca más como los muchos besos que nos dimos.