Guardar como
Y es que ahora que lo pienso, no soy yo el que no ha querido desprenderse del método; sino que es él el que no ha querido abandonarme. Me dice que aún no estoy preparado para lanzarme a escribir con el estilo libre con cual hasta hace poco, estaba acostumbrado a escribir. Y es que no quiere dejarme solo, porque teme que me salga de los márgenes; y yo le digo que tanto los márgenes como las leyes y los límites, son para romperlos, él me dice que sí, que está de acuerdo, pero que por mi historial del verano pasado —y por posibles daños a terceros, consecuencia de mi famoso estilo libre—, es recomendable que no. «Me tratas como a un esquizofrénico —le digo— y se va, y me deja hablando solo».
Pero sigue aquí, acechándome, cuidando y decantando cada palabra que mi cerebro imprima. De nuevo lo encaro y le digo que es injusto, que así no se vale, que estando él aquí es imposible mi febril cerebro se vacíe de ideas. ¡Y no es que me inhibas!, le dice mi Cerebro, subiéndole el tono de voz al Método, pero ya son ocho meses sin escribir —continúa—, ahora algo irritado mi cerebro —ocho meses sin escribir con estilo libre—, querrás decir, porque la lista es extensa, e incluye desde ensayos, pasando por reportajes y notas periodísticas; hasta las muchas pruebas y mail que ayudaste a redactar durante el semestre, le dice también irritado, el Método a mi cerebro.
Mi lista también es extensa e incluso supera en calidad a la tuya, e incluye el término de la relación amorosa de la cual al parecer, tienes más miedo de recordar tú que él —Método se ve sorprendido, abre los ojos en señal de sorpresa y toma aire para alistarse a contrarrestar, pero Cerebro lo frena en seco y le dice: ¡espera, todavía no he terminado!—, también están en lista de espera el terremoto, el semestre que pasó, la terapia con el psicólogo, sus nuevas amistades y por supuesto esta —su nueva etapa—.
Lo sabía, siempre terminará imponiéndose la emoción.