Monday, August 09, 2010

Guardar como

La misma hoja en blanco. El mismo guardar como. La misma tipografía (Arial), el mismo cuerpo (12), el mismo interlineado de 1,5; el mismo justificado, la misma configuración de página con sus respectivos márgenes: superior 2,5; inferior 2,5; izquierdo 2,5; derecho 2,5… Todavía escribo como si escribiese un trabajo para la universidad. Aún (a dos semanas de haber terminado el semestre), sigo sometiéndome al método. ¿Será que no me desprenderé de él hasta final de año?, cuando tenga la certeza de que por fin en tres o cuatro meses ¿no necesitaré más de él?...

Y es que ahora que lo pienso, no soy yo el que no ha querido desprenderse del método; sino que es él el que no ha querido abandonarme. Me dice que aún no estoy preparado para lanzarme a escribir con el estilo libre con cual hasta hace poco, estaba acostumbrado a escribir. Y es que no quiere dejarme solo, porque teme que me salga de los márgenes; y yo le digo que tanto los márgenes como las leyes y los límites, son para romperlos, él me dice que sí, que está de acuerdo, pero que por mi historial del verano pasado —y por posibles daños a terceros, consecuencia de mi famoso estilo libre—, es recomendable que no. «Me tratas como a un esquizofrénico —le digo— y se va, y me deja hablando solo».

Pero sigue aquí, acechándome, cuidando y decantando cada palabra que mi cerebro imprima. De nuevo lo encaro y le digo que es injusto, que así no se vale, que estando él aquí es imposible mi febril cerebro se vacíe de ideas. ¡Y no es que me inhibas!, le dice mi Cerebro, subiéndole el tono de voz al Método, pero ya son ocho meses sin escribir —continúa—, ahora algo irritado mi cerebro —ocho meses sin escribir con estilo libre—, querrás decir, porque la lista es extensa, e incluye desde ensayos, pasando por reportajes y notas periodísticas; hasta las muchas pruebas y mail que ayudaste a redactar durante el semestre, le dice también irritado, el Método a mi cerebro.

Mi lista también es extensa e incluso supera en calidad a la tuya, e incluye el término de la relación amorosa de la cual al parecer, tienes más miedo de recordar tú que él —Método se ve sorprendido, abre los ojos en señal de sorpresa y toma aire para alistarse a contrarrestar, pero Cerebro lo frena en seco y le dice: ¡espera, todavía no he terminado!—, también están en lista de espera el terremoto, el semestre que pasó, la terapia con el psicólogo, sus nuevas amistades y por supuesto esta —su nueva etapa—.
Hay que reconocerlo, Método se ve bastante desconcertado e incluso derrotado.
—Tienes razón Cerebro—, le dice, pero tienes que aceptar que aún no está preparado para hablar de tema… —¡¿Qué sabes tú, hermano de la razón, de lo que es no estar preparado para hablar de un tema?! Tú que vas siempre de frente sin desviar nunca la mirada; tú que le haces el quite a cualquier situación que huela a emoción… ¡Créeme que te admiro y respeto muchísimo Método!; sobre todo cuando hay que tener sangre fría para tomar una decisión que un cerebro como yo —lo digo por experiencia propia— siempre terminará cediendo a la emoción, pero hoy, a dos semanas de haber terminado las clases, y —a sólo un día de comenzar el segundo semestre—, te digo que estás fuera de contexto y en un terreno que no es precisamente el tuyo —el de la metodología—; así es que compañero, muchas gracias por todo, pero vuelve a aparecerte exclusivamente para trabajos universitarios y especialmente para la tesis, megaproyecto para el cual te necesitaré a tiempo completo y en tu máximo rendimiento, tú tranquilo que será un trabajo por el cual serás muy bien reembolsado.

Lo sabía, siempre terminará imponiéndose la emoción.

Wednesday, January 13, 2010

Contigo nunca es suficiente

Si estuvieras aquí yo seguiría igual; todavía, —faltando poco para la una de la tarde— en pijama, y las camas sin hacer. Por supuesto, si estuvieras aquí, todo sería distinto. Y es que para empezar, nuestro día comenzaría a eso de las siete de la mañana, cambiándose uno de los dos a la cama del otro; ¡créeme!, habría sido muy divertido encontrarse, —aún dormidos—, en el umbral de una de las dos habitaciones; en que sin decir palabra alguna, y acatando la decisión del que eligiera, nos empujaríamos a una de las dos habitaciones.
Ya de vuelta en la cama nos volveríamos a entregar al sueño; siempre abrazados, y si no, nuestros cuerpos en permanente contacto el uno con el otro. Transcurridas las horas (que a pesar del poco tiempo del que disponíamos, siempre se hicieron maravillosamente eternas), venía mi lucha incansable por sacarte de la cama; cuya única oferta capaz de lograrlo, era la de bañarnos juntos. Un ritual que tratamos de mantener hasta el último día que estuvimos juntos.
Luego un desayuno apurado para volver a separarnos, físicamente, porque hasta hoy, a dos días de tu lejano regreso a casa, sigues y seguirás estando presente en mi pensamiento. Y lo estás en cada rincón de esta enorme ciudad, porque si bien no tuvimos tiempo para recorrerla por completo, cada esquina, cada estación de metro, me recuerda a ti. Y cuanta razón tenías en decir que tengo buenos reflejos, cuando en nuestro inolvidable viaje a la playa respondí, en un excitante juego de paletas, (porque la pareja de españoles jugaba muy bien, hay que reconocerlo, pero no con el entusiasmo que dos latinos como tú y yo le ponían al juego), una jugada que creíste ganada; si no, el día de tu llegada a Santiago no te habría encontrado, con la rapidez de mi mirada, en un tren subterráneo en movimiento y repleto de almas. Infinitud de almas en donde sólo me importaba encontrar una, la tuya, la que por supuesto encontré.
Y si bien nuestro reencuentro estuvo algo limitado, siempre hubo tiempo y espacio para nosotros dos, si no, no habría descubierto que las circunstancias también tienen sentimientos, porque quién si no ellas mismas hicieron posible nuestro viaje a la playa, ése que antes de llegar a concretarse nos puso en riesgo y a prueba; además de hacernos decir más de alguna palabra indeseada. Quién si no ellas mismas nos regaló una noche para nosotros solos.
Y nuestra corta, pero intensa relación anota ya una película: “Vicky, Cristina, Barcelona”, (en esa película soy el personaje interpretado por Penélope Cruz, María Elena. Creo que has contado ya demasiado de la película). Una banda sonora: El baile y el salón, Café Tacuba; Strawberry Fields Forever, Los Fabulosos Cadillacs y Deborah Harry; Paparazzi y Bad Romance, Lady Gaga; Sin ti no soy nada, Amaral; Heads Will Roll, Yeah Yeah Yeahs; Día de enero, Las de la Intuición y Lo hecho está hecho, (contigo nunca es suficiente) Shakira, y finalmente, Run, run se fue pal norte, Violeta Parra. Una estación de metro: Príncipe de Gales (no pierdo las esperanzas de una de estas noches encontrarte ahí). Un viaje a la playa: Horcón. Un almuerzo el 1 de enero, a eso de las cuatro de la tarde en el mercado Central de Santiago, (con tenedor y cuchara para comer pescado). Un parque: La continuación del Parque Forestal por Providencia, (no recuerdo que nombre tiene de Plaza Italia para arriba). Un helado: Bravissimo. Una pizza, un par de discusiones, de enojos, de malas caras, pero por sobre todo, de mucha honestidad.
Y podría seguir enumerando la larga lista de detalles, de innumerables detalles, tantos como los millones de milésimas de segundos que pasamos juntos, pero nunca más como los muchos besos que nos dimos.

Monday, September 07, 2009

Yo también estudio en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano

Témanme, yo también estudio en la Academia de Humanismo Cristiano; huyan de mí como si fuese leproso. Sospechen de esta pesada mochila que cargo porque en ella posiblemente no lleve mis cuadernos, mi estuche, mi fuente con almuerzo, libros y un par de diarios; sino una bomba. Una bomba que no sólo me autoinmolará a mí, sino también a ustedes, por estigmatizarme, por apuntarme con el dedo y condenarme porque yo también estudio ahí.
Y a ti patriótica sociedad chilena, que este 18 de septiembre celebrarás el cumpleaños de la patria; con el rojo de la bandera que según tú representa la sangre derramada del pueblo Mapuche, pero de la que sin embargo reniegas; de nada servirá te cuente trabajo de lunes a domingo, con un día libre a la semana y dos domingos al mes, de tres de la tarde a diez de la noche, que llego a las once y media de la noche a mi casa; que a veces me quedo hasta altas horas de la madrugada terminando los trabajos para la universidad. De nada servirá te cuente gracias a mi trabajo pago la universidad, ayudo a mi mamá, y cancelo mis cuentas; porque llevo escrito en la frente, Academia de Humanismo Cristiano.
Y si de algo te sirve, tengo contrato, me descuentas por Fonasa y AFP, ¡ves, soy igual a ti y al común de los chilenos¡ pero lo sé, estudio en la Academia de Humanismo Cristiano. Y desde ahora en adelante iré con la cabeza agacha, resistiendo las miradas como piedras que me den en el metro, ¡mira, ése que va ahí es de la Academia!, les oiré decir. Permiso para invocar a vuestro Dios, ¡Oh Dios mío, gracias por haber inventado los medios de comunicación, por haber —justo a tiempo— publicado una nueva encuesta CEP, y mejor aún, por el partido de la selección chilena contra Venezuela! ¡Gracias porque con tanta publicidad al partido reactivaste nuestra alicaída economía, y de paso desviaste la atención de la misma encuesta CEP y por supuesto de la desastrosa Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
Témanme, yo también estudio en la Academia de Humanismo Cristiano; de vez en cuando me visto de negro y uso bototos, y de nada servirá les jure no soy anarquista, porque para el caso da igual. El sólo hecho de estudiar ahí nos convierte a todos por igual en anarquistas, sin discriminar entre estudiantes; académicos y auxiliares, es como el valor agregado de comprar una marca conocida, y nos guste o no; estaremos bajo la lupa de investigaciones y del Estado, porque somos todos unos “desquiciados”.
Y el año pasado, cuando me cambié de Arcis (sí, también estudié en Arcis, por lo que además de terrorista soy comunista), pude haberme ido a otras universidades, ¡pero créanme!, mi presupuesto no alcanzaba para una matricula de trecientos mil pesos y un arancel anual de cuatro millones de pesos por la carrera de periodismo que los créditos CORFO no alcanzan a cubrir… ¡Ah! (suspiro), pero en fin, yo seguiré aquí hasta el final, hasta que termine mi carrera y pueda decir con orgullo que salí de la Academia de Humanismo Cristiano, de la Universidad que me enseñó a pensar, a cuestionar, a criticar, a opinar, a debatir.

Friday, July 31, 2009

A la primera persona


A la primera persona que me ayude a comprender,
pienso entregarle mi tiempo pienso entregarle mi fe,
yo no pido que las cosas me salgan siempre bien,
pero es que ya estoy harto de perderte sin querer, sin querer.
*
A la primera persona que me ayude a salir
de este infierno en el que yo mismo decidí vivir,
le regalo cualquier tarde pa los dos,
lo que digo es que ahora mismo ya no tengo ni siquiera donde estar.
*
El oro pa quien lo quiera, pero si hablamos de ayer,
es tanto lo que he bebido y sigo teniendo sed,
al menos tú lo sabías, al menos no te decía que las
cosas no eran como parecían.
*
Pero es que a la primera persona que me ayude
a sentir otra vez
pienso entregarle mi vida, pienso entregarle mi fe,
aunque si no eres la persona que soñaba para…
qué Voy hacer, nada.
*
Qué voy a hacer… de los sueños, que voy hacer con aquellos besos, qué puedo hacer con todo aquello, que soñamos dime dónde lo metemos.
dónde guardo la mirada que me diste alguna vez,
dónde guardo las promesas, dónde guardo el ayer,
dónde guardo niña tu manera de tocarme dónde guardo mi fe.
*
Aunque lo diga la gente yo no lo quiero escuchar,
no hay más miedo que el que se siente cuando ya no sientes na, niña tú lo ves tan fácil, ay amor,
pero es que cuanto más sencillo tú lo ves,
más difícil Se me hace.

*
A la primera persona que me ayude a caminar,
pienso entregarle mi tiempo, pienso entregarle hasta el mar,
yo no digo que sea fácil, pero niña, ahora mismo ya
no tengo ni siquiera dónde estar.

*
A la primera persona que no me quiera juzgar
pienso entregarle caricias que yo tenía guardás,
yo no pido que las cosas me salgan siempre bien,
pero es que ya estoy harto de perderte.

*
Y a la primera persona que me lleve a la verdad
pienso entregarle mi tiempo, no quiero esperar más.
yo no te entiendo cuando me hablas qué mala suerte,
y tú dices que la vida tiene cosas así de fuertes.

*
Yo te puedo contar cómo es una llama por dentro
yo puedo decirte cuándo es que pesa su fuego,
y es que amar en soledad es como un pozo sin fondo,
donde no existe ni Dios, donde no existen verdades.

*
Es todo tan relativo como que estamos aquí,
lo sabemos, pero amor, dame sangre pa vivir,
al menos tú lo sabías, al menos no te decía que las
Cosas eran como parecían.

*
Y es que a la primera persona que no me quiera juzgar
pienso entregarle caricias que yo tenía guardás,
niña tú lo ves tan fácil, ay amor,
pero es que cuanto más sencillo tú lo ves, más difícil
Se me hace.

*
A la primera persona que no me quiera juzgar
pienso entregarle caricias que yo tenía guardás,
yo no digo que sea fácil, pero niña, ahora mismo ya
no tengo ni siquiera dónde estar.
ni siquiera dónde estar.

Wednesday, July 01, 2009

Un delincuente en tu camino


La pregunta a responder, —tras el consejo consultivo que se realizó ayer en Casa Piedra, y que estuvo organizado por Paz Ciudadana— es ¿qué tanto les conviene a los candidatos presidenciales acabar con la delincuencia? El encuentro, que reunió a los seis candidatos presidenciales; cinco en cuestión, puesto que uno, Sebastián Piñera, se encontraba en Europa. Aún así el candidato de Coalición por el cambio estuvo presente, pero de manera virtual, quien presentó su propuesta para combatir la delincuencia (motivo del foro), a través de un video que subió a YouTube.
¿Qué tanto les conviene a los candidatos presidenciales acabar con la delincuencia? si al eliminar un mercado como ese —hoy en día tan rentable— ponen fin al verdadero control social que los gobiernos de la Concertación, en conjunto con los medios de comunicación, han logrado imponer a la cuidadanía.
¿Por qué esmerarse tanto en acabar con ella, si gracias a ella han conseguido mantener el control? Intimidando a la población. Obligándonos a mantenernos encarcelados en nuestras propias casas. Advirtiéndonos de que nos cuidemos, porque en la esquina de nuestra casas nos asaltarán.
¿Qué imagen país es la que desean proyectar con tan altos índices de delincuenca?, con programas como 133, atrapados por la realidad o, Policías en Acción; que por lo demás, tan alto rating le reportan a Megavisón y Chilevisión. Programas a los que nunca les faltará auspicio porque después de todo, todo es parte de la ley de libre mercado.
Termino estas líneas invitando a la señora Juanita, para que a eso de las 21:00 horas encienda el televisor, —21:15— en el caso de Canal 13 y su parrilla de programación flexible. ¡Infórmese del acontecer nacional señora Juanita!, con treinta minutos de farándula, veinte de delincuencia, y cinco de lo que a usted le interesa: el alza del pan, la parafina, el gas, la cesantia.
Muchas gracias por informarse con nostros, que tengan ustedes muy buenas noches y recuerde: ¡no salga de su casa después de la diez de la noche!

Monday, June 22, 2009

La última niebla

Habría deseado que juntos nos internáramos por la espesa niebla. Esa que incluso fue capaz de intimidar su casi metro noventa de alto; aún así su presencia me daba seguridad ¿Sería su facha de guardaespaldas?, que esa noche lo hacía lucir zapatos, pantalón y chaqueta de cuero, todas prendas de color negro; a excepción de su camisa que era blanca y corbata cuyo color no recuerdo.
—¿Vienes del trabajo?—, le pregunté, —no, de un evento—, respondió. Recordaba su rostro. Era una de esas personas que se te vuelven conocidas, de esas que te encuentras en los muchos recorridos de micro que haces en el transcurso de la semana, pero con las cuales nunca intercambiarás palabras. A excepción de un escenario como este: madrugada de domingo; de un invierno seco, pero frío, en que la micro no pasa y en tu bolsillo no hay más de setecientos pesos para un taxi que cobra mil doscientos por llevarte hasta tu casa. Entonces él hace parar un taxi y me invita a que me vaya con él, —¡sólo tengo setecientos pesos!— le digo, —no importa, pagamos a media, yo me bajo después de ti—, me dice, (confirmando aquello de las personas que te son conocidas, que incluso tienen el mínimo detalle de fijarse quien se baja primero que quien). No hay nada en mi embriagada (pero consciente) percepción que me haga pensar mal de él. No es psicópata, asaltante, ni mucho menos, —lamentablemente— homosexual. Al parecer los sospechosos somos nosotros, ya que el chofer del taxi se niega a llevarnos, argumentando que a esa hora de la madrugada —cinco y cuarto de la mañana— sólo transporta pasajeros que viajen solos.
Entonces ahí, temblando yo por el frío y por los nervios de que quizás existe una mínima posibilidad de que me invite a algo, comienzo a observarlo. Tiene ojos rasgados no se si negros o cafés, la niebla y mi mirada también pequeña producto de los grados de alcohol y del sueño me impiden confirmarlo. Sus pómulos marcados son vestigio de la mezcla de su sangre, de seguro un cruce entre mujer indígena y un Huinca, que le heredó el blanco deslavado de su sangre que hoy se reflejan en su tez pálida. Su habla lo delatan, —me iría caminando, pero con esta niebla puede haber un malandrín escondido por ahí— me dice. Inevitable no dejar escapar una carcajada. Sólo la gente noble del sur se refiere con esas palabras; a quien el santiaguino común y corriente como yo califica de ladrón, asaltante o en mucho de los casos como flayte, pienso.
Nunca me mira a los ojos. Y no es que me rehúya o tenga algo que esconder, simplemente es la esencia de la gente del sur. Esa que lo hace siempre estar observando el verde horizonte. Esa que de haber seguido viviendo en sus tierras, ellas lo habrían convertido en lonko. No importa que en él su sangre no sea cien por ciento pura; el cincuenta por ciento sí lo es, razón suficiente para llevar la frente en alto y la espalda erguida, también para creerse de una raza superior. Única raza a la cual estoy dispuesto a rendir tributo.
La niebla y el frío se hacen cada vez más pesada. Los taxis escasean, uno se detiene, pero, —ya dije, sólo llevo pasajeros que viajen solos—, era el mismo chofer sobre el cual seguíamos levantando sospechas, —por favor amigo, vamos todos para el mismo lado—, dice él, cuya sola presencia me tienen encantado —¡no vamos todos para el mismo lado!— dice casi gritando e indignada porque él habló por todos, una mujer joven cuyos grados de alcohol provocaron no sólo borrachera, sino también un hipo que la ridiculizaban al hablar, «podría haber sido esta noche yo también mujer y así abofetearla. Por haberse atrevido a mirar a mi amigo con cara de desprecio, con cara de —¡quién o qué se cree este!—. Pobre idiota, aún no se ha dado cuenta que ante esta noche, y ante este manto de neblina somos todos iguales.»
La espera continua. Yo deseo invitarlo a que nos internemos por la neblina, asegurarle de que no habrá malandrín alguno que se atreva a hacernos daño. ¡No a nosotros!, cuya madrugada nos convertirá en uno, y poderosos como ninguno. Pero entonces la micro se hace presente, y puedo yo odiarla por aguarme los planes; sin embargo no lo hago, sé que de igual forma haremos el recorrido juntos. Al subir me invita a que me siente con él. Definitivamente es del sur, —¡quien mide cerca de un metro noventa e inspira respeto no se sienta en el primer asiento detrás del chofer!— pienso.
No intercambiamos palabra, pero los otros silencios, (no los incómodos) junto a mi subjetiva percepción me confirman que —sí—, es del sur, casado y con hijos. Quizás por ello su presencia me inspiró, (cuando me invitó a que me fuese con él en el taxi) tanta seguridad, porque es papá. Porque de habernos internado caminando por la neblina nos habríamos visto en la obligación de intercambiar palabra; y de seguro habría yo terminado llorando. Porque le habría yo contado que a pesar de haber sido una noche de juerga, estuvo cargada de nostalgia. De esas muchas canciones demoledoras, interpretadas por gargantas desgarradoras que mí MP3 nunca se cansa de reproducir. Y la escena es hermosa, —sublime— si lo quieres, deambulando yo por calles desérticas, siendo un ser invisible, anulado todavía más por la niebla. Una soledad cinematográfica que canta ella misma su propia banda sonora. Una soledad que se desgarra a los pies de un amanecer, en busca de una caricia que nunca logro hallar y que siempre termino reemplazando por sexo…
Y de seguro habría yo terminado llorando, cobijado quizás en su protector abrazo de padre.

Sunday, May 31, 2009

No eres tú, soy yo

Veamos que tiene que decir Manuela Martelli, —a propósito de su reciente entrevista para la revista Ya de El Mercurio con motivo de “Navidad”, la nueva película de Sebastián Lelio (La Sagrada Familia), que ambos promocionaron en el reciente Festival Internacional de Cine de Cannes—, de seguro tiene para decir sólo frases inteligentes. No trago mucho a esta Señorita, y desde su celebrado debut en “B-Happy” de Gonzalo Justiniano (2003) que viene apareciéndoseme; ¡claro!, cinematográficamente hablando antes de “B-Happy” ella no existía, y sólo bastó esa película para que los críticos de cine la elevaran al olimpo que es trono sólo de algunas.
Desde ya me confieso para con ella un resentido. Ni mis estudios superiores (en universidad privada, por cierto), ni mis dos viajes al extranjero, ni siquiera mi homosexualidad asumida han sido suficientes para romper con los prejuicios que siento hacia ella, por haber estudiado en el Saint George y luego teatro en la Universidad Católica, porque tal ves no quería ser ninguna aparecida, ni que sus colegas la apuntaran con el dedo, después de todo Gloria Münchmeyer hay una sola que, de una en un millón, sólo una, como la Münchmeyer, tiene el talento suficiente como para no haber estudiado teatro y convertirse en la actriz que es; quizá por eso Manuela Martelli decidió estudiar teatro, para que un título avalara el talento que dicen, ella tiene, sobre todo en estos tiempos, en que sólo se vive de apariencias.
No bastó más nada, sólo una excelente critica por su actuación para que las ofertas le llovieran; luego vendría “Machuca”, y de nuevo los epítetos de “la actriz revelación” o la “gran promesa”. ¿Qué tiene esta chica que están todos encantados con ella?, tanto que Justiniano la llamó la “Amélie chilena”, y The New York Times la describió como un cuadro de Goya, ¿qué hay en ella?, que incluso Alberto Fuguet rogó para que Manuela Martelli no llegara a la televisión y así no se corrompiera, como si la caja cuadrada sí lo hubiese hecho con Tamara Acosta, María Izquierdo, Aline Kuppenheim, entre otras grandes actrices que se mueven entre el teatro, el cine y la televisión.
¿Será su carisma?, ya que estamos en Chile y me asumo como resentido, ¿será su apellido?, ¿o en realidad la jovencita es talentosa?, el propio Andrés Wood, su director en “Machuca” y “La Buena Vida” la define: “el cine es un formato muy complicado y a veces no acepta actores de teatro muy buenos. Manuela es de esas personas que tienen una conexión muy especial con la cámara, ella posee esa característica de los buenos actores, de siempre guardar y cuidar su parte más lúdica. Algo que no se relaciona con la edad ni el aspecto físico (porque Bélgica Castro, a su edad, también la tiene). Más bien se relaciona con la necesidad de querer seguir aprendiendo, experimentando, en constante cuestionamiento” en un testimonio a la revista Ya en octubre de 2008 como parte 25 aniversario de la revista.
Poco y nada sé de actuación, asumo y de nuevo confieso que muchas veces me dejo llevar más por la imagen que por la interpretación, juzguen ustedes entonces si el papel de Aline Kuppenheim en “Machuca” es digno de llamarse una buena actuación, porque lo que es yo, lo encontré “soberbio”, —para ponerme a tono con el tipo de calificativos que los críticos le dan a algunas actuaciones— pero ojo, yo adoro a Aline Kuppenheim, y considero el papel lo interpretó a la perfección, no así Manuela Martelli, (a pesar de que su director la considere como una especie de bendición, él dice suerte, para su película) tiendo a pensar mi rechazo hacia ella por su condición privilegiada, es mucho más fuerte que mi objetividad, pero tranquila Manuela, no eres tú, soy yo.
Y quizás Manuela, seas talentosa como ninguna, pero sigue habiendo en tus interpretaciones algo que no me conmueve, que no toca mi a veces frío corazón, por supuesto que “Machuca” me conmovió, pero en su contexto general, y tal ves la intención de Fuguet, —esa de que ojalá no llegues a la televisión—, cobre sentido, en especial porque a una actriz como tú, que en Argentina tienen como de culto; y en Chile es admirada por un séquito de intelectuales, difícilmente será reconocida por el común de la población, porque, chatarra o no, la televisión es el único medio por el cual la gente de menos recursos tiene la posibilidad de ver una película en donde hayas actuado tú, (eso por supuesto, tres o cuatro años después de su estreno, siempre y cuando la película sea comercialmente rentable como para comprarla y transmitirla por televisión), pero tranquila Manuela, no eres tú, soy yo.
Manuela, juro ante éste, —mi espacio sagrado—, si algún día llego a entrevistarte (para que me hables de tus nuevos proyectos, de tu quizá para entonces, tercer o cuarto paso por Cannes, de cómo has crecido espiritualmente, de tus intenciones por dirigir una película), antepondré por sobre todas las cosas la ética y la objetividad de mi profesión, por supuesto mucho más que mis intereses personales, aunque… por más que me esfuerce, siempre habrá algo dentro de mí que revele mi resentimiento.