Yo, el peor de todos

Es de suma importancia haga esta especie de cuenta pública, en un lugar como este. Necesito revelar mi alma, no para que me juzguen, sino para usar este testimonio como un espejo que me recuerde todos los días de mi vida tal cual soy.

Sé que nada tiene justificación, pero todavía a mis 27 años sigo tropezando con la misma piedra. Me fascina atormentarme, me gustan las cosas difíciles, y conste que no son desafíos para una realización como persona, sino tormentos que sirven de goma de mascar a mis pensamientos. Pienso en todo y no pienso en nada, no duermo por pensar, no me concentro por pensar; mi pobre cabeza está llena de mierda, mierda que me pudre el cerebro de a poco.

A veces me veo al espejo y logro verme a mi mismo, veo maldad en mis ojos, a pesar de que mi amiga en su última carta me dijo yo no era una persona mala, sin embargo, me advirtió que ojalá algún día me preocupara por alguien más en la vida que por mi mismo. A ella la perdí hace ya mucho tiempo, no fue la nuestra una separación por muerte física, sino más bien espiritual. Al que ha sido mi pareja durante un año y cuatro meses también lo estoy perdiendo, a pesar de que estoy seguro lo perderé como amor, pero no como amigo.

En este afán de hacer el sufrimiento placer echo todo a perder, todo lo destruyo, alejo de mi a la gente que me quiere. Me duele y atormenta la soledad, sin embargo, termino quedándome solo.

Vuelvo obsesivas las relaciones. Creo que si no escribiera terminaría volviéndome loco. A veces temo llegar al final de mi vida y encontrarme con mi propio retrato de Dorian Gray.
Todavía a mis 27 años busco. No busco sexo porque no me gusta, tampoco es alcohol porque ya no me estimula, no me hace feliz. Busco poder reconstruir las bases de una niñez quebrantada, no abusada, pero sí abandonada. Busco descubrir el amor, busco el quererme a mi mismo para así poder querer a los demás. Busco una sanación a mi alma.